Calvin Klein, una de nuestras etiquetas predilectas, volvió a la pasarela de la Semana de la Moda de Nueva York y lo hizo con una de las presentaciones más esperadas de la temporada. La marca se reintrodujo al mundo de la alta moda con un desfile repleto de impacto donde destacó el debut de Veronica Leoni como directora creativa para la colección Otoño/Invierno 2025. Así que este regreso no fue solo un regreso físico a las pasarelas, sino una reivindicación de la esencia pura y audaz que ha definido a Calvin Klein como un emblema del estilo contemporáneo.
Con un enfoque renovado pero fiel a su ADN minimalista y elevado, la colección presentó una reinterpretación del legado de la firma, fusionando la delicadeza de la sastrería con un toque moderno y sin esfuerzo. En palabras de Leoni: “Mi intención fue crear una narrativa de pureza absoluta y fuerza visual, una conversación entre el legado de Calvin Klein y la necesidad contemporánea de autoexpresión”.
Debido a este concepto fue que la pasarela, sin duda, resultó ser una experiencia sensorial minimalista que dejó a todos con la boca abierta. Desde el momento en que los primeros modelos hicieron su aparición, quedó claro que esta no sería una pasarela común. La estructura misma del desfile se convirtió en una manifestación de la estética distintiva de CK: un espacio sutil, pero lleno de contrastes, con una alfombra tallada a mano que reflejaba el nuevo logotipo de la marca.
Cada pieza sobre la pasarela hablaba del deseo de ir más allá de la simple prenda de vestir. Los abrigos de corte limpio y las gabardinas estructuradas se combinaron con blusas de seda que fluían con naturalidad, mientras que la sastrería se despojaba de cualquier rigidez innecesaria, adoptando un enfoque más holgado y fluido. La ropa, más que una mera declaración estética, sugería una postura ante el mundo: ser uno mismo sin concesiones.
Leoni jugó con la idea de lo íntimamente cotidiano, proponiendo looks que coqueteaban con la sensualidad de una camisa de seda o la caída de un pantalón de cinco bolsillos, y luego con una básica camiseta henley o un vestido lencero. ¿La lección? Cada pieza no solo se lleva puesta, se vive. Para ese entonces se pudo apreciar que los tejidos son una de las mayores joyas de esta colección: una rica paleta que va desde el cachemir suave hasta la gabardina firme, combinando la ligereza de la organza con la densidad de los tejidos más opacos.
La colección desfiló ante los ojos de una selecta audiencia de figuras del mundo del entretenimiento, la cultura y la moda, creando un ambiente cargado de expectación. Una lista de invitados que reflejó la dualidad entre lo emblemático y lo disruptivo. Bad Bunny, Kate Moss, Christy Turlington, Simone Ashley y FKA Twigs fueron solo algunos de los nombres que asistieron vestidos con las piezas más codiciadas de la colección, de esta manera, cada uno de ellos aportó una nuevo significado al desfile, confirmando que el minimalismo de Calvin Klein no es solo un estilo, sino una actitud.
Este desfile no es solo un simple reencuentro con la pasarela; es una declaración de intenciones. Con un toque vanguardista y una paleta de colores que evoca tanto la tensión urbana como la elegancia atemporal, Calvin Klein nos recuerda que la moda no es solo una industria, es una expresión poderosa de identidad. La marca ha creado una colección que habla de una modernidad que no olvida sus raíces, de un legado que se reinventa sin perder su esencia.
En tanto, el debut de Veronica Leoni marcó la reconquista de Calvin Klein no solo sobre las pasarelas, sino sobre el imaginario colectivo de aquellos que, más allá de tendencias pasajeras, buscan un estilo que resista el paso del tiempo, que defina no solo cómo te vistes, sino cómo te sientes.
Fue así que con una estética limpia, sofisticada y llena de vida, Calvin Klein regresó para demostrar que el verdadero lujo no es solo lo que se lleva puesto, sino cómo se lleva.
