TOROS
Feria de Ávila

Mascarillas, espectadores separados y sin salida a hombros: así fue la primera tarde de la desescalada

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"Es una faena. Vivimos juntos y no podemos sentarnos juntos en los toros", se quejaba un matrimonio de Madrid

Finito, Calita y López Simón, primer paseíllo del verano del...
Finito, Calita y López Simón, primer paseíllo del verano del coronavirus Efe

En las puertas de acceso a los tendidos de la plaza de toros de Ávila se podían leer las recomendaciones sanitarias. "Uso obligatorio de las mascarillas" y "mantengan las distancias de seguridad que marca la autoridad sanitaria competente". La Junta de Castilla y León permitía "un 75% del aforo" en las plazas de toros con localidades numeradas, un máximo de 1.000 asistentes si las entradas son generales. La Junta obligó a reducir aún más el aforo. "Al 25%", según un agente de la Policía Local que controlaba el acceso con mascarilla a la explanada de la plaza de toros. De las 8.600 localidades, apenas 2.000 personas podían ocupar los tendidos el sábado en la reinauguración de la temporada taurina en Ávila. Sólo se ocuparon la mitad de las localidades disponibles.

"Tenemos la obligación de dejar tres asientos de separación entre los asistentes", explica Raquel, la acomodadora del tendido 1. "Como si eso fuese a cambiar algo", bromea Mar. Su marido Luis estaba sentado una fila más abajo, encima de otro de los puntos verdes que señalaban las entradas legales. "Venimos de Madrid. Teníamos ya muchas ganas de toros. Es una faena. Vivimos juntos y no podemos estar sentados juntos en los toros", se queja.

"El gel hidroalcohólico lo reparten en las puertas principales", indica Raquel. "Nosotros no". Eran unos pulverizadores que colgaban de forma poco higiénica de una barandilla. Con los que no rociaron los encargados de hacerlo a todos los asistentes. Las puertas abrieron algo más de dos horas antes de la corrida. No había colas en los accesos ni aglomeraciones en el exterior pero, distraídos, a los encargados de cortar las entradas se les pasaron algunas manos sin desinfectar.

Policía nacional y mascarillas

"Todo el mundo tiene que llevar mascarilla. Sólo se la pueden quitar en caso de fumar o comer pipas o si están bebiendo. Cuando terminen la actividad, deben volver a colocársela", señala la acomodadora. Protección civil vigilaba el uso obligatorio de las mascarillas. Tuvo que llamar la atención en un par de ocasiones. "Nosotros no podemos indicarles nada. Si no las llevan, protección civil les avisa de que se las vuelvan a poner. Si insisten en no ponérselas, sería la Policía Nacional la encargada de recordárselo" con una multa.

Por megafonía se avisaba de que no se podían arrojar "prendas ni otros objetos a los toreros en las vueltas al ruedo. En caso "de puerta grande no se podrá sacar a hombros a los toreros". Tampoco parecía que hubiese demasiado ambiente. La primera corrida de los toros del coronavirus tenía una atmósfera intimista. Finito de Córdoba, Calita y López Simón hicieron el paseíllo experimento con retraso para lidiar toros del Vellosino. El presidente sacó el pañuelo blanco pero lo único que salió del patio de cuadrillas a las 21.00 fue un camión a regar la plaza. La música se interrumpió de inmediato. "Hemos venido porque teníamos ganas de toros", comenta Juan y Juliana, aficionados de Palencia. "Porque el cartel...", deja caer. La última vez que estuvieron en una plaza fue en el Carnaval de Ciudad Rodrigo en febrero. Se les queda demasiado lejos. "Es buena hora para llevar las mascarillas. Si no, íbamos a pasar mucho calor. Compramos las entradas hace unos días por teléfono".

Raquel, José y el hijo de ambos, Yoel, tampoco son de Ávila. "A medias", declara la madre. "La verdad es que el 25% del aforo es muy poco. Con razón no hay nadie por aquí", advierte. "Lo han reducido demasiado. Pero bueno, aquí estamos, con muchas ganas de que empiece la temporada", continua.

"No hay ni Dios"

"No hay ni Dios", resumía uno de los aficionados sentados en el tendido 9, mostrando el aspecto de la plaza a una videollamada. Cinco meses después de que saltara el último toro a un ruedo, de Illescas a Ávila, la impresión es desoladora. La pandemia ha bombardeado a un sector que ya hacía equilibrios sobre la ruina. Nueva normalidad, mismas prácticas. "En el cartel ponían que las entradas valían 20 euros. En taquilla, 30", lamentaba en voz alta otro aficionado que prefiere no decir su nombre. "Soy extranjero. Luego todo se saca de quicio." Otra señora le contesta: "Cuando he ido a la taquilla me han ofrecido sólo entradas de 30. Se suponía que estaban agotadas las más baratas. Y los asientos de 20 euros están vacíos", señala una extensión desierta de piedra.

La expectación estaba en realidad en si la corrida se iba a suspender o no en el último momento. Desde que le concedieron la plaza al empresario José Montes los esquinazos del sector se llenaron de rumores sobre su profesionalidad. "Es un pirata", decían otros empresarios consultados por este diario. "Si yo soy un pirata, el resto es Bin Laden. Gracias a mi conocimiento del derecho, puedo impugnar pliegos viciados" como el de Ávila, al que accedió después de encontrar "un fallo" en las condiciones de la concesión.

La reaparición de la temporada sólo tenía interés por las condiciones sanitarias. Parecía que no había toros en Ávila. Ningún cartel anunciaba el acontecimiento por la ciudad. "No lo sabía", confirmó Julio, un hombre que jugaba con su hija por la mañana estrellando un balón contra la fachada de la plaza. A la misma hora del sorteo aplazado. Se rechazaron cuatro toros. "Me estoy enterando ahora", como si fuese un secreto que ya hay toros en España. Al final del paseíllo sonó el himno. Un minuto de silencio por todas las víctimas de la pandemia. Y, casi, por la tauromaquia. Al menos por la tauromaquia de provincias condenada a subsistir con la mediación de este tipo de iluminados. "Las figuras me dijeron que hasta septiembre no toreaban", se excusó el empresario. Finito de Córdoba pinchó el primer toro del verano.

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