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Miï¿œrcoles 02/05/2012. Actualizado 16:28h.

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B@LEᅵPOLIS | Ocurriᅵ en botᅵnica

Gros, un espï¿œa entre la flora

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  • Enric Gros buscaba especies que crearan un gran herbario de toda la flora

Cuando muriï¿œ llevaba catorce aï¿œos instalado en Mallorca y era, segï¿œn dicen, «mï¿œs pobre que una rata». Su nombre no aparecerï¿œa entre las grandes personalidades cientï¿œficas del siglo XX, pero Enric Gros habï¿œa sido uno de los hombres fundamentales para el desarrollo de la botï¿œnica. Sobre una mula habï¿œa recorrido Espaï¿œa como un espï¿œa en busca de especies vegetales. Baleares acabarï¿œa por ser su refugio definitivo.

Naciᅵ en Franciac de la Selva (Girona) en 1864, en una familia de pastores. Probᅵ diferentes oficios, desde leᅵador a segador pasando por carbonero del bosque, y a los 20 aᅵos aprendiᅵ a leer y escribir. Tal vez fue entonces cuando Enric Gros decidiᅵ emprender el gran viaje de su vida. Cuba parecᅵa un destino atractivo ademᅵs de un lugar en el que encontrar un empleo mejor. El Hospital de las ᅵnimas de La Habana le incorporᅵ pronto a su equipo. Primero, como jardinero y despuᅵs como voluntario para los primeros experimentos sobre la vacunaciᅵn contra la fiebre amarilla. Las pruebas comenzaban con la picadura de mosquitos infectados. El catalᅵn fue uno de los pocos que logrᅵ sobrevivir.

De regreso a Barcelona, Gros conociᅵ a uno de los personajes mᅵs destacados en la ciencia del momento: el naturalista y oceanᅵgrafo Odᅵn de Buen. Lo que el aragonᅵs vio en ᅵl es casi un misterio, pero no dudᅵ en contratarle como ayudante de prᅵcticas para su laboratorio en la universidad de la Ciudad Condal. Al fundar en 1906 el Laboratorio biolᅵgico-marino de Porto Pi, le trasladarᅵa a Palma. Seis aᅵos despuᅵs, pasarᅵa como mozo de laboratorio al centro de Mᅵlaga.

Allᅵ aprendiᅵ a recolectar plantas marinas y fue, tambiᅵn, donde le descubriᅵ el botᅵnico catalᅵn Carles Pau. Enric Gros tenᅵa ya 52 aᅵos pero se convirtiᅵ en el ᅵltimo fichaje del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Una vivienda en una de las torres del edificio y una nᅵmina de 125 pesetas le convencieron para trasladarse.

Durante meses se formᅵ en la preparaciᅵn de plantas terrestres y en mayo de 1917 realizᅵ su primera excursiᅵn botᅵnica al Cap de Creus. Pronto se fijarᅵa tambiᅵn en ᅵl Pius Font i Quer, con quien establecerᅵa una relaciᅵn de diez aᅵos de campaᅵas. El mismo que harᅵa de ᅵl el recolector principal del Museo de Ciencias Naturales.

El objetivo de Font i Quer era entonces recolectar ejemplares de todas las especies vegetales conocidas hasta el momento buscï¿œndolas en el mismo lugar en el que habï¿œan sido descritas. «Se trataba de crear un gran herbario que completara todas las floras publicadas, muchas de ellas sin imï¿œgenes. Algo que provocaba la confusiï¿œn a la hora de reconocerlas», explica el director del Jardï¿œn Botï¿œnico del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, Josep Maria Montserrat.

El territorio a explorar empezaba en los Alpes y alcanzaba hasta el Atlas marroquï¿œ. Su artï¿œfice, en la prï¿œctica, serï¿œa Enric Gros. En marzo de 1918, Font i Quer y ï¿œl llegaban a Ibiza para herborizar las Pitiusas. El catalï¿œn fijaba su atenciï¿œn en ellas porque eran las menos conocidas, botï¿œnicamente, de Baleares. Tambiï¿œn visitaron Formentera, S’Espalmador y otros islotes. El resultado de las campaï¿œas –que se extendieron, aunque de manera intermitente, hasta 1921–, fue el descubrimiento de nuevas especies y endemismos. Unos hallazgos que contribuyeron a modernizar los conceptos de la biogeografï¿œa balear. Gros regresarï¿œa mï¿œs tarde a las Islas para continuar las investigaciones.

Mallorca fue parada obligatoria en aquel nuevo viaje que emprendï¿œa en solitario. La confianza de Font i Quer en ï¿œl era tal que dejï¿œ de participar en las expediciones para pasar sï¿œlo a organizarlas. La buena reputaciï¿œn del recolector hacï¿œa que todas sus remesas y etiquetas se dieran por buenas. «Llegï¿œ a alcanzar un amplio conocimiento en botï¿œnica. Su capacidad para reconocer plantas era asombrosa. Si decï¿œa que habï¿œa encontrado una especie nueva, era porque estaba seguro de ello», seï¿œala Montserrat. Otro de sus mï¿œritos fue su gran habilidad para desplazarse por un paï¿œs mal comunicado y en el que a menudo le tomaron por un espï¿œa.

Viajaba en mulas en las que transportaba las prensas para la herborizaciᅵn de plantas. Las estaciones de ferrocarril era su forma de comunicarse con Font i Quer. Allᅵ recibᅵa las cartas en las que el botᅵnico le detallaba los lugares donde recolectar y las especies a reconocer junto a un dibujo.

Recorriï¿œ Cataluï¿œa, Extremadura, Valencia e incluso Marruecos. Pero era su forma de internarse por caminos que sï¿œlo conocï¿œan los locales lo que le hacï¿œa parecer sospechoso. «En una ocasiï¿œn llegaron a apedrearle», relata Montserrat.

Hacï¿œa 1931, y ya con 67 aï¿œos, Gros no estaba para aquellos trotes. Cambiï¿œ las expediciones por el jardï¿œn botï¿œnico del museo hasta que, tiempo despuï¿œs, decidiï¿œ trasladarse a Calviï¿œ, en Mallorca. Allï¿œ se instalï¿œ. En la misma ï¿œpoca en la que la Guerra Civil pondrï¿œa fin al proyecto del gran herbario. Muriï¿œ, con una mï¿œnima pensiï¿œn que entendï¿œa mï¿œs de tï¿œtulos que de valï¿œa y, segï¿œn Font i Quer, «mï¿œs pobre que una rata».

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