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Ana Asensio, directora de culto: "En la religión católica, todo es miedo: el infierno, el cielo, pecar con el pensamiento..."

La actriz directora y guionista madrileña con residencia en Nueva York desde hace 24 años estrena 'La niña de la cabra', una cinta intimista que sigue al éxito internacional de la claustrofóbica 'Most Beautiful Island'

La directora de cine Ana Asensio.
La directora de cine Ana Asensio.ANTONIO HEREDIA
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La religión y el terror hacen pie al borde del mismo abismo. Y eso es así porque la atracción por lo terrorífico tiene quizá algo de catártico, de salvífico. Como cualquier credo, el cine de terror coloca al creyente en la aceptación cabal y hasta doliente de su indefensión. Somos vulnerables tanto cuando admitimos el secreto de la fe, a la vez fascinante y terrible, como cuando nos abandonamos a la certeza sobrecogedora de lo desconocido, de lo que nos hace sufrir, del miedo. La religión, eso sí, reconforta; está ahí para que nos tranquilicemos. El terror, sin embargo, explota la claridad consciente del abismo. Quizá por todo lo anterior resulta hasta lógico que Ana Asensio (Madrid, 1978), que sorprendió en 2017 con Most Beautiful island, un prodigio de cine de culto tenso, turbio y sobrecogedor, estrene ahora La niña de la cabra, la historia de una niña que, en su primera comunión, descubre lo tremendo de casi todo, especialmente la religión. Es una historia delicada, tierna y se diría que contraria a la anterior. Pero el miedo sigue ahí.

«Recuerdo», dice la directora para intentar explicar la distancia que media entre una película y otra, «que cuando hice la primera comunión, sucedió algo tremendo». Pausa. «Ese mismo día la hermana mayor de la niña con la que compartía catequesis y que iba a la ceremonia de mi mano, se tiró por la ventana. Conseguí no llorar en la primera foto. Luego fue imposible. En todo el álbum familiar salgo con los ojos completamente rojos. Todo fue muy extraño: la fiesta, la comida, los regalos, la tía del pueblo que no se saba muy bien por qué te da un sobre con dinero... No diré que fuera una pesadilla, pero casi», dice para situar el espacio, antes que solo el argumento, de su nueva película.

Para situarnos, La niña de la cabra nada tiene que ver, decíamos, con Most Beatiful Island, la película ya casi mito nominada en los Independent Spirit después de llevarse el premio gordo en el South by Southwest Festival de Austin. La de ahora discurre en el extrarradio del Madrid de los años 80 y la de antes lo hacía enteramente en el Nueva York de ahora mismo. La de ahora es casi un cuento de hadas, aquella era una fábula desasosegante de insectos, arañas y sótanos demasiado profundos. Y, sin embargo, una y otra, y pese a las profundas diferencias, riman. «En los dos casos», razona Asensio, «se trata de un personaje, adulta o niña, que huye de un mundo opresivo y que se enfrenta a un miedo que tiene que superar. Incluso en la forma, las dos películas están claramente divididas en dos partes». Y una coincidencia más: a su modo, y con todas las prevenciones que se quiera, una y otra cuentan historias de cuanto menos inspiración autobiográfica.

«Ni una ni otra son mi vida, pero algo hay», dice. Y sigue: «Nueva York puede ser un lugar muy inhóspito para una emigrante. Sí, hubo momentos en los que lo pasé muy mal allí. Y eso está en Most Beautiful Island. A su vez, como la protagonista de La chica de la cabra, crecí en un barrio de Madrid junto a un descampado y todo me daba miedo. Me obsesionaba la muerte. Al lado de mi casa había unos cuarteles militares y pensaba que en cualquier momento podía explotar un coche. Era cuando ETA. Todas las noches rezaba para no tener pesadillas». Y continúa: «Además, en las clases de religión del colegio te decían que podías pecar solo con el pensamiento. ¿Y cómo controlas lo que piensas? Me aterrorizaba el infierno, pero no me daba menos miedo el cielo. ¿Cómo es eso de vivir para siempre allá arriba? Qué premio tan extraño por ser buena. En la religión católica, con la que comparto muchas cosas, todo es miedo».

La niña de la cabra cuenta la historia de amistad entre la niña a la que da vida con una claridad inaudita Alessandra González y la niña no menos cautivadora Juncal Fernández. La primera vive atormentada por todo, por la muerte de su abuela, por las broncas de sus padres, por la comunión que vendrá. La segunda, gitana, vive con su gente y, en efecto, con su cabra. Y desde aquí, tan lejos de su primera película y a la vez tan cerca, Asensio rastrea la posibilidad de un cine esencialmente tierno, ligeramente turbador, pero delicado y muy hermoso; terrenal, pero fiel creyente en sí mismo y tan diferente de todo y de todos como la trayectoria de su directora.

El camino de Ana Asensio es, de hecho, cualquier cosa menos el habitual. Nació y creció en España, pero, deslumbrada como quedó desde muy joven por el mito del Actors Studio que ya no existe emigró a Estados Unidos. Allí, ya se ha dicho, lo pasó mal y de todo lo sufrido le salió una película resplandeciente. Ahora, en el que es su segundo y tardío trabajo, ha vuelto. Pero no tanto. «Sigo viviendo en Nueva York, pero hago todo lo posible por volver a España. Llevo 24 años allí», dice y relata con detalle su camino: «Llegué a Estados Unidos cuatro días antes del 11-S. Esa fue la bienvenida. Vi caer las torres desde la calle literalmente. Las transformaciones que en todo este tiempo ha vivido Estados Unidos no es comparable con nada. La guerra de Irak, las manifestaciones contra Bush, los dos mandatos de Obama y luego Trump... Recuerdo que su primer triunfo se recibió, al menos en Nueva York, como un shock. No nos lo podíamos creer. Y ahora esto... Increíble».

-¿A qué se refiere con esto?

-Estados Unidos vive entre bandazos. La gente ha dejado de creer en nada. Solo preocupa la economía. Es un pueblo que se ha desideologizado completamente. Y eso es así porque el nivel de pobreza es increíble, inimaginable desde Europa. La gente no tiene para comer y no puede ir al médico. Sí, es la primera potencia del mundo, pero si vives allí te das cuenta de que, en determinados aspectos, tiene todo de un país tercermundista. Desde Europa se tiende a dibujar al pueblo americano como ignorante o tonto. Y no va de eso. Son víctimas. La incertidumbre ahora mismo es la sensación que mejor define un país que se derrumba.

De nuevo, el miedo. El terror, la religión y Estados Unidos. Y una cabra.